viernes, 13 de marzo de 2009

DIENTES SANOS

Por: Energia Pura.

Segunda parte.

Manejo de la seda dental

Consiste en un hilo de seda cuya finalidad es limpiar las superficies de los dientes que toman contacto entre sí, y los espacios interdentarios; zonas prácticamente inaccesibles a las fibras del cepillo que se transforman en verdaderos refugios de la placa, con el consiguiente riesgo de caries, gingivitis y piorrea.

Si no usamos la seda dental nuestra boca nunca estará completamente limpia.

El hilo dental se vende en rollos individuales con estuche protector o formando parte de un kit de control de placa (el cual incluye además cepillo, colorante de tinción de placa, aplicador de seda, dentífrico y otros accesorios apropiados para el mantenimiento de la higiene bucal).

La presentación comercial de la seda es variable, teniendo el aspecto de un hilo fino (1 mm. aproximadamente de grosor) de diversos colores (blanco generalmente) e incluso de variados sabores (frutilla, menta...).

Las dos modalidades más extendidas de seda son enceradas (de más fácil manejo, por deslizarse mejor), ideal para principiantes, y sin encerar.

Aunque los odontólogos recomiendan el uso de seda sin encerar, recientes estudios han demostrado que su eficacia es similar a la encerada.

A pesar de que en un principio su manejo pueda resultar complicado, hemos de recordar que al final se convierte en una práctica rutinaria y sencilla, semejante al cepillado.

Por tal motivo, no olvide que si al iniciar su uso encuentra dificultades debe perseverar en su empeño y no dar la espalda a una técnica tan simple, eficaz y necesaria de higiene oral.

La seda se manejará manualmente, extrayendo del rollo unos treinta o cuarenta centímetros, cuyos extremos enrollaremos a los dedos medios de ambas manos, llevando la mayor parte del hilo a uno de los dedos, con el fin de que, a medida que la utilizamos, vayamos pasando seda de uno a otro dedo, empleando seda limpia para cada espacio interdentario.

Dejamos varios centímetros de seda entre ambas manos, sujetos con los dedos índice y pulgar; su longitud no será grande para que no dificulte los movimientos que hay que efectuar.

Generalmente comenzaremos introduciendo el hilo entre los incisivos superiores (los más fáciles de limpiar) hasta que éste se apoye suavemente en la encía.

La seda presionará sobre la cara lateral de uno de los dientes, rodeándole en forma de "C", y se deslizará suavemente en sentido vertical hacia el borde del mismo.

La operación se repetirá varias veces (seis u ocho) hasta que notemos un sonido peculiar, indicador de que la superficie está limpia).

Los cabos deben ir siempre paralelos, no presionando sobre la encía, la cual sería lesionada, sino sobre la superficie de cada pieza.

La misma sistemática se seguirá con cada uno de los dientes, y jamás se realizarán movimientos horizontales de sierra (de atrás a adelante), sino verticales, pues cortaría la encía e incluso erosionaría el cuello del diente haciéndole vulnerable a las caries y la sensibilidad dolorosa.

La seda también puede ser utilizada mediante los denominados "aplicadores"; unos sencillos instrumentos de plástico en forma de horquilla, entre cuyos brazos queda el fragmento de hilo con que limpiamos, y un botón en la bifurcación donde se anuda. Aunque da mejores resultados la aplicación manual, los aplicadores sirven para dar los primeros pasos.

En los niños, la seda comenzará a emplearse tan pronto como sus habilidades lo permitan, y siempre antes de que los contactos interdentarios se cierren.

Para simplificarles el manejo, en vez de enrollar el hilo a los dedos medios, se aconseja confeccionar un anillo de unos ocho centímetros de diámetro, anudando los extremos.

El aro se sujetará con los cuatro dedos de cada mano (exceptuando el pulgar) y se hará rotar el hilo para utilizarlo siempre limpio.

La seda dental debe usarse al menos una vez al día.

Esto continuara. . .

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